domingo, 22 de mayo de 2011

BORN AGAIN: LA ÉPICA DEL RENACIMIENTO SEGÚN FRANK MILLER Por Manel Lledó Bertomeu

Frank Miller, que había despuntado relanzando la colección de Daredevil, retomó el personaje para crear, junto al dibujante David Mazzucchelli, una de sus obras más logradas y capitales: Daredevil: Born Again, un arco narrativo rompedor e inolvidable que, publicado en 1986, abarcaría un total de siete números (del 227 al 233 USA) que figuran con letras de oro en la historia del cómic norteamericano.

1 – Sentando las bases de su visión del superhéroe

Pero antes de escribir la odisea definitiva del superhéroe, en 1979 Miller ya había comenzado a revolucionar la colección de Marvel tras debutar en el número 158 USA. Primero como dibujante y luego haciéndose cargo tanto del guión como del apartado gráfico (con la colaboración inestimable de Klaus Janson), el autor desplegó unos niveles de calidad que hoy por hoy se antojan indiscutibles y cuya influencia ha sido fundamental en el devenir de esta suerte de justiciero urbano ciego. Daredevil, entonces, fue relanzado gracias a un joven e impetuoso artista decidido a hacer algo grande, a llevar al superhéroe a la mayoría de edad mediante guiones inteligentes y adultos que le otorgaban matices psicológicos que progresivamente fueron desarrollados y exprimidos hasta las últimas consecuencias. Miller, así, escarbó con fruición en la psique del protagonista y le dotó de un peso realista enfrentándolo a dilemas morales, hablando de su pasado, haciéndole experimentar tragedias y tormentos sin desperdicio, llevándole a sufrir con sangre, sudor y lágrimas…

Se trataba, en definitiva, de caracterizarlo con profundidad, de perfilar una personalidad definida e, incluso, de situarlo a ras de tierra para que el lector se identificase, se involucrase. Aquel que se aproximase al cómic tenía que vibrar con los avatares de un tipo con mallas y bastón. Daredevil, por lo tanto, no había de ser un superhombre intocable por encima del bien y del mal y cuyas acciones no tuvieran consecuencias. No, no era una deidad intocable, sino un hombre con un don poderoso que, en cualquier caso, no le eximía de frecuentar las luces y las sombras. El componente dramático y emocional que se generaba a raíz de la humanización del protagonista tenía que existir y ser convenientemente potenciado.

Naturalmente, tal introspección se combinaba con altas dosis de épica como consecuencia del contundente estilo de Frank Miller basado en una apasionada fuerza narrativa gracias al recurso del poderoso monólogo interior, un ritmo que jamás desfallecía y unas viñetas tendentes a sublimar la acción por medio de violentas coreografías muy físicas, además de elaborar una composición de página siempre dinámica. Lo plano, lo banal y las medias tintas no tenían cabida, pues se buscaba la intensidad y la grandeza en todos los órdenes del cómic.

Muy probablemente, la aportación más valorada del autor durante esta etapa fue la creación del personaje de Elektra Natchios, una fascinante antiheroína ninja azotada por la tragedia familiar y abocada a ganarse la vida como asesina a sueldo gracias a su rabia interna y a un dominio sobrenatural de las artes marciales. Su affaire amoroso con Matt Murdock y su salvaje enfrentamiento con el temible y psicótico Bullseye, un villano remozado por Miller, fueron, sin duda, algunos de los clímax que alcanzó la colección a nivel dramático y épico, que son, precisamente, los dos pilares sobre los que se asentaba el estilo milleriano.

La concepción de la urbe como escenario inmenso y rugoso fue, asimismo, otra de las constantes esenciales, pues ejercía como peligroso telón de fondo en el que acontecía la acción. La Cocina del Infierno (Hell’s Kitchen), ese barrio de Manhattan tradicionalmente considerado como el underworld de Nueva York, se erigía en un campo abonado para la delincuencia y el crimen organizado. La presencia de la ciudad, de esta manera, era muy palpable y requería, por supuesto, de alguien que pusiese orden en ella: un héroe comprometido e identificado con el lugar en el que creció.

Ya en 1982, como decía al inicio de este artículo, el autor cerró su primera etapa con el personaje, y para ello se empleó a fondo con una excelente historia titulada Ruleta, donde exploraba con madurez y prisma reflexivo el papel influyente del superhéroe y la violencia en el mundo (caótico) de hoy.

2 – Born Again: La épica del renacimiento

Afortunadamente, y tras el discreto paso del guionista Denny O’Neil por la serie en lo que se antoja una fase de transición, Frank Miller regresó a sus orígenes para obviar lo que habían hecho otros y finiquitar su labor con el personaje que había desarrollado con tanto mimo. La guinda final consistiría en contar una última y explosiva historia en la que mataría al superhéroe (Daredevil) para que sólo sobreviviese el hombre (Matt Murdock).

Tal era su ambicioso objetivo.

2.1 – Simbología e iconografía católica

Born Again. Nacer otra vez. Muerte y resurrección. El fallecimiento del pecador y el resurgimiento de un ser redimido y purificado tras la agonía de su paso por el infierno.

Sirviéndose de la simbología católica como perfecta metáfora, Miller derrumba al protagonista, lo despoja de asideros, lo somete a un purgatorio donde expía su culpa, lo desciende al infierno, lo destroza física y moralmente en un calvario sin fin… Unas etapas necesarias, en fin, para que después sea posible provocar su renacimiento como un hombre nuevo mediante la ayuda ¿simbólica? de la maternal monja Maggie, quien acoge en su seno al caído y reza por él implorando piedad y salvación. Resultan emblemáticas, en este sentido, dos geniales viñetas: en una, vemos a Murdock demacrado junto a Maggie, estando ambos en una postura que remite directamente a La Piedad de Miguel Ángel; en otra, Murdock/Jesucristo se encuentra en paz, en postura de ya crucificado y bajado de la cruz. La redención se ha completado.

“Su alma está aturdida.
Pero es un hombre bueno, Señor.
Sólo necesita que le enseñes tu camino. Entonces se levantará y
será en esta ciudad una espada de luz en tus manos, Señor.
Si he de ser castigada, sea.
Si he de ir al infierno, sea.
Pero perdónalo.
Tanta gente le necesita.
Escucha mi plegaria.”
(Maggie)

Daredevil es un personaje complejo y ambiguo. Abogado defensor de día y justiciero urbano de noche. Un hombre que defiende la ley bajo la identidad de Murdock y que, sin embargo, se toma la justicia por su mano cuando anochece y se enfunda su traje: ¿Cabe mayor contradicción? ¿Qué vertiente es más efectiva para combatir el crimen? ¿Quizás una combinación de ambas? ¿Puede alguien mantenerse en su sano juicio ante tal dicotomía?… El Hombre sin Miedo no es un superhéroe al uso. No cabe el maniqueísmo. Tampoco los blancos y negros. Porque, sin ir más lejos, estamos ante la tesitura de un tipo católico que se disfraza de diablo.

2.2 – Archienemigos “bigger than life”

En Born Again, Wilson Fisk (alias Kingpin), presentado como el archienemigo que actúa en la sombra en el papel de un gran jefe de la mafia, el crimen y la corrupción de Nueva York, averigua la identidad de Daredevil a raíz de la traición que comete Karen Page/Judas, antigua novia de Murdock, que, desesperada y desamparada, vende su mejor secreto a cambio de una dosis de droga. Este hecho provoca el comienzo de un infierno vital que casi reduce a cenizas a un tipo ya en declive y a quien ni siquiera es capaz de salvar su amigo Foggy Nelson. Y a la decadencia del mismo contribuye un Kingpin tratado como un ser casi omnipotente, inabarcable, y no sólo de presencia física en forma de mole, sino también como un estratega calculador. Su plan no es otro que el de ir haciendo pedazos, con lentitud y sadismo, la vida de un hombre que sólo se siente cómodo y liberado cuando asume el rol de Daredevil, lo que le permite desahogar la furia y la frustración de su anodina existencia como abogado en paro. Es fruta madura. Tan sólo es necesario mover algunos hilos para sacudir el frutal…

2.3 – Auge, caída y levantamiento

Lo que acontece después, relativo al desmoronamiento, apocalipsis, purificación, redención y renacimiento, ya ha sido apuntado previamente y supone un esquema seguido por Miller a lo largo de su trayectoria. Hacer morder el polvo al héroe e impulsar una nueva puesta en pie del mismo para que luche frente a un enemigo poderosísimo en un entorno hostil que no le ofrece comprensión (ni compasión) es recurrente, de hecho. Así, la victoria, si es que se produce, se entiende como el producto del sacrificio y de la superación personal de alguien que jamás se rinde. Y el autor de Batman: Año Uno lo hace mejor que nadie sirviéndose no sólo del factor visual sino también de la densidad de unos personajes que se confiesan al lector mediante feroces monólogos internos (Murdock, Karen, el periodista Ben Urich y Kingpin) que aportan sus diferentes puntos de vista.

2.4 – Vitriólica sátira sociopolítica

Resulta imposible obviar, por si no fuera suficiente, la sátira sociopolítica de ramificaciones militares que tanto gusta al autor. Ahí tenemos, de hecho, al supersoldado Nuke, que se antoja un trasunto perturbado y oscuro del Capitán América, siendo utilizado, tras una breve referencia a Vietnam, como letal arma en una incursión intervencionista del ejército norteamericano en Nicaragua y que, después, es reclutado y manipulado ideológicamente por Kingpin para que siembre el caos y el terrorismo. O al mismísimo Capitán América en una aparición estelar como idealista extremo (“No soy leal a nada… excepto al Sueño”) de valores patrióticos indoblegables.

O, también, la alusión a lo corrompible que puede resultar el ejército y al poder de destrucción masiva y de devastación de las armas. Unas buenas cargas de profundidad nada anecdóticas.

2.5 – Un equipo creativo bien avenido

Todo lo expuesto fue servido en bandeja de oro por Frank Miller y David Mazzucchelli (espléndido de veras sacando partido de ese estilo de dibujo clásico, claro, sin aspavientos) con crudeza, visceralidad, realismo y un toque de extravagancia un tanto desconcertante (esa enfermera forzuda…). Sin ir más lejos, esta dupla creativa logró con creces algo que está al alcance de muy pocos: contar esa crónica de caída y ascenso sólo haciendo uso de lo estrictamente necesario, sin aditivos superfluos, es decir, desde una envidiable capacidad de síntesis habida cuenta de un conjunto (guión y dibujo) de precisión casi matemática. Los dibujos, que tan pronto nos acercaban a los personajes hasta tocarlos como nos impactaban con secuencias de acción o imágenes reveladoras (ese Daredevil rodeado por las llamas de un infierno figurado, por ejemplo), ejercía como perfecta plasmación.

La pasión y el dolor, presentes en todo momento, imprimían su marca a fuego para no abandonarnos hasta una última viñeta a toda página de efecto liberador.

3 – La etapa cumbre de Frank Miller

Fue a mediados de la década de los años 80 cuando el hoy polifacético Frank Miller (Olney, Maryland, 1957) deslumbró encadenando una serie de magníficos cómics, lo que supuso, muy posiblemente, el punto creativo más alto de su carrera. Aparte de las excepcionales cotas alcanzadas en Daredevil: Born Again, en 1986 sacudió a la crítica y al público mediante una obra maestra, Batman: El Regreso del Señor de la Noche (Batman: The Dark Knight Returns), que mostraba a un Batman envejecido y de vuelta de todo enmarcado en un mundo decadente, ultraviolento, enloquecido y cercano a lo posapocalíptico. Este personaje icónico de DC fue concebido como un hombre belicoso, brutal, solitario, de tendencias suicidas y ajeno al sistema. Incluso compartía algo con Born Again: la aproximación al crepúsculo de un super(anti)héroe herido pero no muerto, la mirada despiadada hacia sus miserias en forma de inmersión psicológica y moral, las referencias a una política del terror y la inclinación a desarrollar una de sus historias definitivas.

También en 1986 apabullaría con otro espectacular e inquietante título, Elektra: Asesina (Electra: Assassin), una miniserie donde edificaba un abrumador tour de force narrativo convenientemente enriquecido con múltiples aspectos pasados por su particular túrmix (ninjas, cyborgs, implicaciones políticas extremadamente ácidas que remiten a la era Reagan, destrucción por doquier, armamento pesado, etc…) y llevado a las máximas alturas con la contribución de un gran Bill Sienkiewicz, cuyo estilo gráfico de tintes experimentales resultaba impagable. Esta propuesta del todo magistral amplificó el universo de Elektra hasta lo imposible al concebir una historia que soporta infinitas relecturas.

Este Frank Miller en estado de gracia, en permanente derroche de ideas y más afianzado que nunca en virtud de su vigorosísimo pulso como storyteller superdotado, afrontaría, a continuación, otro de sus cómics más inspirados. De nuevo junto a David Mazzucchelli, en Batman: Año Uno (Batman: Year One) reformuló los orígenes del personaje sobre una clara base de género negro y policial y siempre pendiente de un enfoque realista. Otorgando un importante protagonismo al comisario Gordon como observador privilegiado, nos cuenta los primeros pasos de un hombre marcado por una tragedia de su infancia y su posterior conversión en un Caballero Oscuro en lucha obsesiva contra la delincuencia de la ciudad de Gotham. Otro ejemplo de concisión y dominio total de la narrativa.

El arco narrativo Born Again comprende los siguientes números (con sus títulos en castellano):

Nº 227 – APOCALIPSIS

Nº 228 – PURGATORIO

Nº 229 – ¡PARIA!

Nº 230 – NACER OTRA VEZ

Nº 231 – SALVADO

Nº 232 – DIOS Y PATRIA

Nº 233 – ARMAGEDDON

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